Cuando estaba cansada, siempre se decía a sí misma que ella era una superheroína que podía con todo. Y era cierto, porque era capaz de levantarse todos los día al alba y preparar el desayuno para todos los hambrientos comensales en la casa rural que regentaba.
Personas ávidas de conocimiento y de buena comida. Dispuestas a engullir los más exquisitos manjares y devorar 1000 lecturas.
Personas que al igual que ella, buscaban una vida tranquila, sosegada y durante un corto período de tiempo lo conseguían. Allí se encontraban relajados y se olvidaban de sus ajetreantes rutinas.
Que este retorno a las “viejas” tradiciones de después de dos años de parón, sean recibidas con entusiasmo y prudencia.