Esperaba en silencio y en la distancia a lo inesperado.
Quiso volar tan alto, que sus alas se quemaron.
Quiso tocar el cielo tantas veces que sus alas se evaporaron.
Con cada vuelo, sus alas se diseminaban y cuanto más alto volaba, más se desintegraban.
Poco a poco, sus alas iban perdiendo el vuelo,
y poco a poco, sus alas ya no se elevaban.
Miraba al cielo y ya no sentía nada.
Miraba al horizonte y nunca lo atisbaba.
Ante una encrucijada se encontraba,
pues ya no podía volar ni tampoco deambular,
ya que sus piernas, sin sus alas, nunca caminaban.
Sola, y sin ninguna motivación, se vio abandonada,
soñando que, algún día, sus alas resurgían.