Caminaba con cierta velocidad, recorría y recorría el camino volando, con cada paso que daba, más cerca se sentía de su destino, pues ella creía, mejor dicho, deseaba que estaba predestinada a encontrar en el final de su camino su gran destino, y para ello, caminaba y caminaba a paso ligero, veloz como un ave, ya que se había propuesto una meta y tenía que lograrla, pues no era un objetivo cualquiera, era su propio destino el que andaba persiguiendo. Y mientras tanto, por las tortuosidades de ese camino, sin que se diera cuenta, iba dejando diluidas esencias de ella misma.
Andaba y andaba y ya poco le quedaba, ya había logrado sus máximos objetivos, pero su destino nunca alcanzaba.
Poco a poco, la desesperación la llamaba, y fatigada como estaba, descansó, para ir retrocediendo y volver a su lugar seguro, pues en lo más hondo de su interior, sabía, que su destino nunca lo hallaría.
No le costó mucho retroceder, realmente más fácil que avanzar le fue, y para cuando se dio cuenta, otro camino, ya había escogido y descubrió que ese sí que era su destino. Pronto entendió, que ni la intuición, ni la razón, a su destino la habían encaminado. Simplemente, su corazón, era quien desde el inicio, su destino conocía, pero ella estaba tan obsesionada que nunca lo escuchaba.
Y ahora, que a su corazón escuchaba, a la pensativa doncella, valiente lucha le aguardaba.


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