¡Ayuda, estoy aquí! Gritaba desesperada, no conseguía hacerse oír, pues cada vez sus gritos eran más y más débiles, y tampoco lograba que la viesen, empezaba a sentirse desesperada y murmuraba a la nada. Ya no sabía qué hacer, estaba bloqueada. No era capaz de pensar con claridad y lo único que quería era salir de allí lo más rápido posible.
Pero esto era algo que tardaría en suceder, para ser más concreto pasarían dos horas hasta que un alma caritativa se percatara de su presencia y quisiera ayudarla.
Mientras tanto, su agonía persistía, se centraba en su respiración para no sucumbir al penetrante y persistente dolor, pero era imposible, terminó siendo presa de él. Así que, cuando la rescataron no era consciente de lo que estaba sucediendo.
Nunca se hubiera imaginado que el dolor podría ser más fuerte que la supervivencia, pero descubrió que así era, que en determinadas ocasiones, el intenso dolor sucumbe a las fuerzas más poderosas.