Sintiendo el fuego en sus manos.
Ese fuego le penetraba hasta lo más hondo de sí mismo y le gustaba, le hacía sentirse vivo, con esperanza; sensación que desde hace ya varios años no la experimentaba y volver a sentirla otra vez, provocaba en él una sensación extraña, que sin lugar a dudas, quería que se volviera a repetir una y mil veces más.
Hace ya un tiempo, que perdió todo lo que amaba: su trabajo, amistades; pues conscientemente se fue separando de ellos, no quería que lo recordasen como el amargado en el que se estaba convirtiendo, y decidió tomar a la soledad como su compañera inseparable.
Hasta que un día algo cambió en su rutina de ermitaño. Y un viejo amigo, de esos que aunque los quieras abandonar, ellos, nunca se darán por vencidos y siempre estarán ahí. Llamó a su puerta, entonces al verlo descubrió ese fuego en sus manos.