Vestida con su mejores galas se preparaba para ir a la fiesta, esa que tantos y tantos días llevaba organizando. Llegó la primera, antes incluso, que los cumpleañeros, pues era ella, quien había preparado toda la celebración y quería que todo fuera perfecto; por ese motivo se encontraba allí sola ultimando los detalles. No le importaba ni la soledad ni el trabajo duro, pues lo que hacía le apasionaba.
Lo único que le importaba era que sus amigos estuvieran a gusto en la fiesta y para ello era capaz de sacrificar su bienestar por el de sus amigos. Lo solía hacer con bastante frecuencia y eso producía en ella una sensación gratificante y tormentosa a la vez. Pero, ¿algún día, vería su sacrificio recompensado?