Si alguien me pregunta qué es, lo que peor llevo de mi enfermedad, sin lugar a dudas responderé: no poder estar en la última despedida de ese ser querido, es decir, no asistir a su funeral.
Entiendo, que con el estado de alarma, no se puedan celebrar grandes funerales, ni tampoco pequeños. Pero comprendo perfectamente, la soledad y la tristeza de los familiares que han perdido a sus seres queridos. Y es aquí, cuando un abrazo, es una de las mejores medicinas. Y ahora, hemos cambiado ese deseado abrazo, por palabras de consuelo a través del teléfono.
Hemos tenido que cambiar, la forma de despedirnos de nuestros seres queridos, pero lo que nunca olvidaremos es lo que ellos, nos han enseñado.